“Pensar envuelto en aura”
.Byung-Chul Han
Mientras escribo éstas palabras, el calendario marca veintinueve de diciembre, así el año 2023, empieza a ser historia, mito, leyenda, arco iris de mil narrativas, poesía esencial, poema tejido con el misterio de vivir. Ya huele a pasado, a libro que se cierra y entra a los estantes de una biblioteca infinita donde reposan mis reminiscencias.
Algunos recuerdos del año se dibujan mientras estoy frente al computador con imágenes que me sobrevuelan, las palabras se deslizan, mutan en olas y oleajes de ese mar que nunca vuelve, de ese río convertido en minutos, en horas, en días que fueron con trescientas y tantas posibilidades de ser feliz o de estar triste, en todo caso, de ser un hombre del siglo XXI que, por pertenecer a la especie humana, tuve parte globalmente con corresponsabilidad, en la paz y en la guerra.
En el mar de los pensamientos escojo uno, nací en Latinoamérica, más específicamente en Bogotá Colombia, centro del país, ciudad capital que se encuentra a 2.625 metros sobre el nivel del mar y que sueña con un metro; a finales del siglo XIX, fue llamada la Atenas sudamericana. ¿Cómo denominarla ahora?
En mi tránsito entre el año viejo y el nuevo, soy el partero de una criatura que nace en éste tiempo del fenómeno cósmico de solsticio, propicio al recogimiento del ser, para recibir el espíritu de la Navidad y la mayor vitalidad del año que comienza. La criatura responde al nombre de Centro de Pensamiento Poético El Árbol de la Vida y tiene ahora su domicilio en mi corazón de invierno que, en su gruta de luz y calor, pretende sanarse al reestablecer su unión del mundo interior con el exterior y del pensamiento poético con el filosófico, el cuál a través de los años, entre reflexiones, he transformado en semillas de ideas y poemas que han experimentado la muerte y la resurrección.
El corazón, ese órgano de la imaginación, como lo concibió James Hillman, siguiendo la mirada de Henry Corbin, se revela y me induce a pensar la poesía como el Árbol de la Vida desde el centro equidistante entre la razón y la intuición, por eso invito a estudiar posibles respuestas frente a las preguntas:
¿Qué hacer para que sentimientos y pensamientos se transformen en expresiones éticas y estéticas que nos prevengan o nos curen del vacío de sentido, el malestar existencial y de la indiferencia ante el entorno?
¿No son éstos estados de ánimo, acaso, formas de la enfermedad mental que padecemos los seres humanos contemporáneos?
En éste sentido, considero que la poesía, la filosofía y la medicina concibiéndola, como arte de curar, al integrarse, retomando a Novalis, se transforma en salud trascendental y pedagogía.
El treinta y uno de diciembre a las doce de la noche, espero brindar por esa salud que al habitarnos se convierte en la fuente de la vida, en el Árbol en el que se celebran las bodas del ánima y el animus, el que reverdece los afectos, la imaginación creadora y la abundancia, el Árbol de la ciencia del conocimiento sensible y la belleza en sus diferentes manifestaciones, el de la visión interna y el que florece el lenguaje de Eros (amor) y Psique, (alma).
Concebir así la poesía y el poema, contribuye a ejercitar la mente creadora y una existencia que unifique la teoría y la práctica e inspire aquello que Byung-Chul Han denominó el pensar que respira el aura del ser.
Para ello, retornemos al corazón, el espacio adecuado para filosofar poéticamente.
Ahora, desde la Estrella del alba quiero musitar :
Saturnales
Solsticio de invierno
bajo los efluvios de Saturno.
Bebo en la copa
la memoria de todas mis espadas.
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