Compartimos a continuación el artículo “Fernando Baena, frente a los desafíos de la educación actual”, de Raúl Guzmán González, codirector de la Editorial 89079, incluido en el libro “Educación integrativa y formación transpersonal”, de Fernando Baena Vejarano, publicado por el Grupo Ibáñez a través de su sello editorial Sképsi, cuyo acto de lanzamiento se llevó a cabo en la reciente Feria Internacional del Libro de Bogotá.
“Fernando Baena, frente a los desafíos de la educación actual”
Después de leer con entusiasmo a Fernando Baena y considerarme un ciudadano en formación en el mundo de la cibercultura, la inteligencia artificial, la tecnología, la globalización del conocimiento, el péndulo entre la democracia y los autoritarismos, la posverdad, los diversos dilemas existenciales, me surgen las siguientes preguntas: ¿La educación del siglo XXI nos sirve para unificar la teoría con la práctica? ¿Se ejercita al estudiante en la praxis del conocimiento de sí mismo? ¿En los colegios y en las universidades se nos forma para lograr el paso de la consciencia al éxtasis? ¿El confinamiento que en los últimos meses hemos vivido por razones de autocuidado y de cuidado del otro, lo transformamos en una oportunidad para ser más reflexivos y así conducir ética y estéticamente, mejor nuestras actividades, con acciones bien sustentadas? Todas estas preguntas son motivos que nos impulsan como sociedad a repensarnos y evaluar, si estamos cumpliendo con uno de los fines auténticos de la educación que a mi entender es: contribuir a la evolución humana, considerándonos, parte de la comunidad de las especies. Se evoluciona cuando el desarrollo integral es físico, emocional, mental y espiritual; así crece nuestra conciencia de ser, comprendiéndonos en lo existencial, social y político. De igual manera, despertando en nosotros las distintas formas de inteligencia. Finalmente, la evolución, en uno de sus aspectos esenciales, es cultivar el oído para escuchar con atención al daimon, esa voz interior socrática; ella, a través de la vida, se constituye en el maestro que nos ayuda a develar la eudaimonía, la felicidad que observó Aristóteles, para lograr una autorrealización plena, pero que el Buda, desde otro punto de la geografía y otra lengua, igualmente contempló a su manera.
En el aquí y ahora del globo terrestre, caracterizado por la fragmentación, el autor del texto que me ocupa, bajo el título de Educación Integrativa y formación transpersonal, a través de su cuidadoso estudio metateórico, aborda la quintaesencia de un diálogo de saberes unitario que radicalmente busca formular las preguntas fundamentales y a partir de ellas, se aventura a probar su brújula, atenta a la interpretación. Esta forma de mirar, es una alternativa filosófica práctica, propicia para investigar e innovar en el fenómeno educativo, si por filosofía comprendemos un arte holístico que, en sus posibilidades de inmanencia y trascendencia, nos prepara para conducirnos conscientemente a nosotros mismos. Por otra parte, es una ciencia dialógica, pedagógica y terapéutica que construye una gran holarquía con la física, la biología, la psicología, las ciencias sociales, el arte y la religión.
La filosofía occidental se ha caracterizado por la constante de construir pensamiento desde el dualismo: materia y espíritu, cuerpo y alma, cerebro y mente. Frente a esta propuesta, dualista, que Fernando bien conoció desde sus años de infancia en el Gimnasio Moderno, se levanta una concepción transracional para el hombre contemporáneo. En ese confín inclusivista, asimiló a Ken Wilber, después de un largo periplo por la cultura de oriente.
Así es como en la perspectiva de nuestro autor, el estudio wilberiano se convierte en un punto muy importante de referencia para resignificar el vínculo de la educación con el ser de la unidad que somos en potencia y tejer experiencias de transformación tanto en lo individual como en lo colectivo. En este sentido, la filosofía es el soporte, para encontrar el punto de confluencia de los diversos paradigmas, invitando a una profunda revisión principalmente, ontológica, epistemológica y metodológica, de las prácticas escolares y universitarias, postulando una educación más relacionada con el amor a la sabiduría que se encuentra enraizada en las experiencias de la humanidad, tejidas con atención lúcida para comprender lo imperecedero que yace en el corazón de los individuos y las culturas de todos los tiempos.
Uno de los grandes hallazgos de Ken Wilber muy afortunados para comprender el sentido de educación, a partir de la raíz etimológica -educere y exducere, “conducir hacia fuera”-, es su entendimiento de la realidad compuesta de holones, recordándonos que una entidad es al mismo tiempo un holos, un todo y otra parte de otro todo. Por eso, un átomo, un individuo una sociedad, es simultáneamente algo que es parte de un todo mayor, relacionado en un contexto y al mismo tiempo, se mantiene como unidad con cierta independencia. En ese sentido, todo holón se puede estudiar como una unidad unipersonal y también en su contexto general.
En el campo educativo las sociedades son holones constantemente en proceso de autocreación cultural, donde existe corresponsabilidad de todos los actores y todos comparten ciertas características que aportan a la obra de formación de un ser humano (la formación comienza en el vientre y se transforma permanentemente). Ella trasciende constantemente, cada contribución es un paso que ayuda a evolucionar y en esta innovadora forma de existir, surgen nuevos entes que se despliegan. Por eso es un error de perspectiva considerar que el problema educativo solo se circunscribe a la academia o a los especialistas. Reconocer la participación real de los individuos desde la infancia como sujetos de derechos cuando se trata de construir políticas públicas y proyectos de vida privados, facilita la mirada atenta en términos wilberianos de lo interior-individual (yo), lo exterior-individual (ello), lo interior colectivo (nosotros, lo cultural) y lo exterior-colectivo (nosotros, lo social, ello).
Por todas estas razones que aquí enuncio, Fernando Baena considera fundamental actualizar el concepto de educación y se pregunta: “¿Qué es potenciar a un ser humano?”, “¿De qué puede encargarse la escuela?” ; y nos convoca a “adquirir consciencia mundicéntrica, (no relativista sino holoárquica), nos invita a identificar “gramáticas inconscientes de lectura de sí mismo y de la realidad circundante” . Sus preguntas no se agotan sino que por el contrario, nos impulsan a nuevas preguntas, como por ejemplo: “¿Qué significa hoy rescatar la dimensión formativa de la educación?” “¿Qué es un mejor ser humano?” Sin duda alguna, nos encontramos frente al texto de un hombre visionario con gran capacidad de percepción “sentipensante” que sabe interpretar la misteriosa danza de la razón y la intuición, para leer al mundo con el poder de las palabras, pero más allá de las palabras. Los invito a gozar esta obra, como quien entra a una fiesta del alma y luce los mejores trajes que otorga, la reminiscencia.
Raúl Guzmán González
Poeta, filósofo, Magíster en filosofía.
Director de Pafmi
Codirector de la Editorial 89079
Link para adquirir el libro “Educación integrativa y formación transpersonal”.
Comments